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La escena actual del teatro de Venezuela por el dramaturgo, crítico y director teatral venezolano Ju

¿Se puede hablar de un estado del teatro en Venezuela? De ser así, ¿cuál es su situación actual?

R: Hay una situación inducida por las circunstancias socio-políticas del país: salas cerradas, espacios usurpados por el Estado. Un teatro mediatizado por el factor ideológico: aquél que se compromete con «el proceso» revolucionario. Pero todo es compromiso no es por decisión de quien hace teatro, sino por facturar o suscribirse al antojo y presiones políticas de turno. En pocas palabras, un teatro «politizado» en el peor sentido de la palabra. Reducido a pocos temas a pocos autores, siempre que se identifiquen con tal proceso, por ejemplo, el teatro queda limitado a un autor: César Rengifo. Sí está bien, forma parte de nuestra contemporaneidad, fue un creador: dramaturgo, pedagogo y pintor. Todo lo reconocemos, pero hacer eso una identidad con poca imaginación para el representar el teatro venezolano nos hace ser injusto con todo lo demás. No recrea nada, no cimenta nada. Acaso recordaremos este estado de cosas como un mal trago en la historia de nuestro «teatro». Como si fuera poco, por otro lado, nos encontramos con otra cara de la moneda: teatro mediatizado también por lo comercial, lo meramente banal como argumento escénico para un público que pagará la entrada por ver aquel o aquella actor/actriz de moda por la televisión: no es teatro, son eventos de masas constituidos en un mercado: muchas salas, muchos espectáculos. Poca calidad, registro y disciplina artística. Pero predomina como centro hegemónico en la ciudad de Caracas. ¡Esperen!, claro que hay excepciones: actores, actrices, directores y dramaturgos que viene haciendo todo lo contrario: después de haber sido extraditados de sus espacios (porque les han eliminado el subsidio, sus salas, incluso, hasta perseguidos políticamente), han podido sobrevivir, continuar con su discurso: no han cedido a la tentación de entregarse, unos menos otros más, de acuerdo con sus posibilidades. Resisten, y a ello lo hemos denominado (asumo esta posición también) «Resistencia cultural». Y los dramaturgos estamos conscientes de eso. Te sonará un poco arrogante —y lo digo ya como crítico teatral— acá en Venezuela se desarrolla una dramaturgia sólida y de reconocimiento internacional: Gustavo Ott, Elio Palencia, Gennys Pérez. Edilio Peña, César Sierra, Ibrahim Guerra y Roberto Azuaje por nombrar lo reciente de nuestros dramaturgos y dramaturgas (permíteme el silogismo): escriben desde su necesidad con la teatralidad. Con diferencias en lo estético (comprometidos consigo mismos), sin embargo, urdiendo la voz de nuestro teatro. Incluso, unos estamos a una orilla de los otros del poder. Después de todo, nos une la responsabilidad con la escritura. El escritor se compromete con la escritura, con su discurso: todo lo demás es pasajero e insustancial para él.

¿Como ves el teatro contemporáneo desde la realidad de Venezuela? ¿El Teatro de tu país está acompañado el teatro de las grandes capitales de Latinoamérica, y el teatro europeo?

R: En virtud de lo que te he dicho, sin lugar a dudas que sí. Y veremos más de este nivel discursivo de nuestra dramaturgia. Te lo dice un poco el reconocimiento internacional el cual han adquirido éstos. Y con mucho futuro por las nuevas voces que surgen y se impondrán ante establishment con su pasión por la escritura. Es natural y debe ser así. Después que pasemos este mal trago de crisis social, política y económica, veremos la luz sobre la ventana. Y por allí se asomaran los jóvenes y una literatura que se impondrá ante esa necesidad. Y en lo teatral, estarán los nuevos directores que están en proceso de formación. Y el paisaje será otro: un tragaluz que nos permitirá ver hacia Europa y América Latina.

¿Cuándo empiezas hacer teatro? ¿Por qué escogió hacer teatro?

R: Desde muy joven —el teatro estudiantil de los colegios han sido determinante en la formación contemporánea de nuestro teatro— empecé como actor y terminé como dramaturgo. Porque no sé hacer otra cosa: es lo único en lo que me siento útil. Y escribo, en el desasosiego, la otredad y la duda. Es mi compromiso con la escritura. Y en lo dicho aquí soy el único responsable.

¿Cómo fue para tu generación hacer teatro en Venezuela?

R: Un encuentro con la disciplina, puesto que teníamos —y aún es así— un compromiso con nuestro legado. Y claro, hay que establecer la relación de centro-periferia. Desde la ciudad de Caracas el cuento es diferentes para quienes estamos en la «provincia». Fuera de la ciudad de Caracas, tienes que hacerlo dos veces bien: en cuanto a la calidad y el sentido profesional, sino te ahogas en la tontería amateur y algo idiota de la falta de recurso o lo distante que estamos de las salas importantes del país para poder trabajar. Estoy convencido, después de sacar muchas piedras del río, que es uno, nadie más, quien tiene que trabajar con mucho rigor. Sólo entonces, el agua es fluida y todo llegará por añadidura y por tu entusiasmo con el teatro. En definitiva, hay que trabajar y hacerlo bien. Con severidad. No es un estado generacional puro, se trata, en cambio, de que nos impulse la necesidad de reconocer al otro, de hacernos ficción en la palabra o en el espacio escénico. Y siempre hay un joven que entiende sus fogosidades y surge con talento y entrega. ¿Quién no está en espera de esa nueva voz? Todo público aguarda con el mismo furor. Y allí están, tomando para sí el vacío que otros dejan.

¿Qué sucede con la crítica de teatro en tu país?

R: Hay nuevas voces y con ello cada vez más críticos que están asumiendo con ímpetu este trabajo. Pero es la misma imagen sobre otro espejo. Nos hace falta más compromiso con la obra, con el actor. Como quiere Jorge Dubatti: «Toda crítica debería tener la capacidad de producción de pensamiento. Se trata de otorgar dignidad intelectual a la práctica de la crítica. Capacidad de articular pensamientos amplios y complejos. Ideas, mucho pensamiento e hipótesis». Y no entregarse —agrego yo ahora— a ninguna forma de poder. Su compromiso es con la obra (aquella mirada sobre el otro). Eso nos falta.

¿Cuéntame un poco sobre el actual teatro de su región caribeña?

R: No soy el más adecuado para responderte esta pregunta. Te debo una respuesta. Ahora bien, si tenemos que hablar del Teatro en Venezuela, tenemos mucha tela que cortar. Y desde Colombia se intensifican los festivales y la trayectoria continúa hacia estos países. Hay diversidad y es compleja y, a mi modo de verlo, deberíamos de hablar de una geografía del teatro (tal como la concibe Dubatti), de un cuerpo conceptual el cual los reúna, un corpus estético antes que lo espacial: creo en un organismo (escritural) el cual se conforma desde esas necesidades estéticas que hacen al dramaturgo más universal. A fin de cuentas puedo ser tan francés como Bernard-Marié Koltèz, viviendo y escribiendo en las Islas de las Antillas Menores sin haber visto nunca a París. Como decía el poeta portugués Fernando Pessoa: La lengua es mi Patria..

¿Cuál deber ser el papel del Estado hacia las artes escénicas?

R: Promover, difundir, financiar y apoyar al artista. No intervenir, condicionar ni suprimir por vía ideológica. De lo contrario, caeremos en las redes de un teatro burgués y si no mediatizado desde los caprichos del poder. Todo lo contrario, debe crear las condiciones para la libertad del mismo. Con eso es suficiente, dejarlo trabajar con las condiciones necesarias para su pleno desarrollo y por ende las artes escénicas. Parece un pleonasmo, pero en mi país no. Necesitamos libertad.

¿Cómo se ha modificado la escritura dramática en los últimos años? ¿El teatro sigue contando historias? ¿Quién son los nuevos dramaturgos del teatro caribeño?

R: Voy a tratar de responder desde mi visión desfragmentada: no importa la trama sino la consolidación de un estilo. El género se recrea en el ejercicio de la escritura la cual se define en sí misma. Se estará modificando y constituyendo. Los investigadores tendrán que hacer el resto. Quizás desde un estudio comparado comprendamos las diferencias entre un estilo y otro, entre una forma u otra. La diversidad es necesaria.

¿Se puede hablar de un teatro de riesgo o se trata del riesgo de hacer teatro?

R: Me gusta más cuando dices «del riesgo de hacer teatro». Porque me distancia de una condición burguesa de entender al teatro, en tanto que lo hago por ser fidedigno con un estilo, independientemente de que pueda subvertir la condición del género. Incurrir en el riesgo ante el compromiso estético por encima de los valores de cambio: tratar con la condición humana desde mi poética, es lo que importa, consolidar una poética. Y vaya que en nuestro país estamos entendiendo la lección.

Existen creadores escénicos que aseguran que el proceso de escritura no se completa hasta que se ha llevado a cabo la puesta en escena, ¿es cierto? ¿Por qué?

R: Cierto, otra veces, la escritura surge en el proceso de la puesta en escena. Si quieres escribir «teatro» tienes que entenderlo. Recordando un poco a Jerzy Grotowski que, como el poeta con las palabras, el actor con su cuerpo. De allí lo que tu cuerpo es capaz de hacer con las palabras. Esto me costo entenderlo, puesto que además de dramaturgo soy escritor. Y en mi experiencia como director ha sido significativo en la disciplina de la escenificación: la corporeidad determina la teatralidad y ésta a su vez a la escritura. Es una traducción de signos. Poeta y actor se unifican mediante la palabra.

¿Para ti, que significa hoy “la palabra” en el teatro? ¿Cuál es su función? ¿Qué modalidades hay, que ya no son las arquetípicas?

R: esta pregunta es una extensión de la anterior. Entonces debo decirte que al poner en marcha esta «instrumentación» de la palabra mediante el cuerpo, es decir, saber qué hacer con las palabras, qué hace tu cuerpo con ella, induce a un tiempo, nuestra dramaturgia. No escribo igual desde esa experiencia, de hecho, me es difícil.

¿Qué le hace falta al teatro en tu país?

R: Libertad.

¿Cómo está o como ves el panorama teatral de caribeño?

R: Sigo en deuda para una comparación.

¿Qué directores, dramaturgos, pensadores o actores representan el teatro de Venezuela?

R: Lleno de furor.

¿Qué nombres influenciaron o influencian el actual teatro nicaragüense o caribeño?

R: Como te indiqué anteriormente, aquí te debo una respuesta.

¿Cuáles son las referencias del teatro estadunidense y europeo en el teatro de tu país?

R: Importantes, y lo será más cuando las instituciones públicas se liberen del acoso ideológico. Otrora gozamos de unos de los mejores festivales, congresos, seminarios y talleres de clara influencia europea y estadounidense. Y eso no terminará en un saco vacío.

¿El teatro de tu país sigue siendo un teatro desconocido para Latinoamérica y Europa?

No lo es. Todo lo contrario, nuestra dramaturgia goza de prestigio internacional.

¿Qué ventajas tiene actualmente la tecnología para el arte dramático en:

a. ¿El teatro conseguirá incorporar la tecnología?

b. ¿Teatro y dramaturgia D+D?,

c. ¿Teatro y dramaturgia + rede social?

d. ¿Intercambio teatral Instantáneo?

e. ¿Intercambio y conexión entre directores, dramaturgos?

f. ¿Difusión?

g. ¿Formación de público?

R: Sus ventajas son ilimitadas: está en crecimiento y se sustenta en su relación interdisciplinaria o dialéctica. Sobre todo habrá que destacar esa relación entre la formación del público con todos los recursos tecnológicos. En Argentina, y está en pleno crecimiento en América Latina, existe La Escuela de Espectadores, la cual está al frente Jorge Dubatti, es muy ejemplar en este sentido de educar y promocionar con el público la importancia de su formación conceptual, incluso, filosófica ante el teatro. El futuro es prometedor en la medida que instrumentemos éstos.

¿Cuál es tu visión y opinión sobre el proyecto L’ADNI?

R: Justo la respuesta anterior afirma la importancia del trabajo que están haciendo. Proyecto éste que pasa a ser imprescindible.


Dramaturgia en Red
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