Actor y dramaturgo, Santiago Merchant (COLOMBIA)
¿El teatro le sigue pareciendo un lugar profundamente misterioso?
R: si “misterioso” corresponde a “espantoso, fascinante, incómodo, desconcertante” entonces sí… profundamente
¿Por qué nos interesamos por otros personajes y sus vivencias sobre el escenario, cuando podríamos fijarnos en lo que nosotros vivimos a diario? ¿Por qué necesitamos esa ficción?
R: lo uno está íntimamente ligado con lo otro. Por ejemplo, me obsesiona la realidad que vivo a diario. Me encanta escucharla, manosearla, espiarla, observarla como un sueño, con obscenidad y depravación. Encuentro todo gusto en reírme de la pobre realidad que me tocó. De allí -del monstruo y la poesía- me nacen réplicas, clones de lenguaje, clones tipo, gazapos, criaturas que quiero relacionar para darles esa voz que en la realidad es inaudible. Ese es uno de mis propósitos con la dramaturgia, ser el amplificador de las voces que en la realidad no se escuchan y por las razones que sean. En este sentido la realidad afecta la “ficción” y viceversa. En conclusión, no es un interés por dos cosas distintas.
¿Cómo se convirtió en dramaturgo?
R: Antes de serlo ya lo era –o mejor- siempre lo he sido. Siempre he escrito como actor, con el cuerpo, la palabra y el espacio. Como diseñador. Como director, por ejemplo, no he dejado de escribir de la mano de los actores parados vivos en el escenario. De repente, en un espacio y tiempo que nunca llegué a comprender -sólo puedo decir que la envidia tuvo algo que ver- me interesó esa otra escritura con palabras en papeles blancos. Me hervía la sangre de curiosidad, quería saber cómo un actor resolvía esas cosas extrañas que yo escribía, quería verlo en problemas, encerrado, como un cobaya. Cuando el actor en algo estaba listo… lo observaba y me maravillaba, superaba mi escritura por completo. Las palabras del papel se habían convertido en un montón de materiales insospechados. De ahí en adelante…
¿Se puede hablar de un estado del teatro en Colombia? De ser así, ¿cuál es su situación actual?
R: se puede, no sabría cómo llamarlo pero se puede identificar. Es un teatro mucho más expuesto y por eso más reconocible, Plural, heterogéneo, no con esto quiero decir que sea de mi total gusto, pero sin duda la apertura de nuevos espacios teatrales ha generado una producción más notable. La dramaturgia joven en este periodo es la punta de lanza de la movida bogotana. Jóvenes recibidos de academias de todos los puntos del país y del globo, llegan a su patria para escribir teatro. Esto genera una sinergia inquietante, extraña pero atrayente
¿Qué sucede con la crítica de teatro en Colombia?
R: la crítica en Colombia es muy frágil. Algunos se esfuerzan –otros NO- por reseñar y mencionar de vez en vez a un colega, “el club de elogios mutuos”. Muy poca reflexión; El esnobismo, eso sí, presente, elevando e iluminando lo invisible, vendiendo polvo. A los “críticos” se les olvida que una de sus responsabilidades es generar también publico para el teatro. Es su responsabilidad nutrir las salas, magnetizar nuevos espectadores
¿Cuál deber ser el papel del Estado hacia las artes escénicas?
R: la verdad… no creo que mucho más del que tiene ahora. Existen recursos públicos destinados para el desarrollo de las artes escénicas que se exponen de diferentes formas: estímulos, premios, concertaciones, becas de creación y académicas, concursos, circuitos y circulaciones, batallas, loterías, milagros, obviedades – algunos son felices ganadores, otros nunca-. Pero más allá de todo esto, Lo que sí, es que debería ser el divulgador oficial, activo y por todos los medios. Portales, estaciones, puntos de exposición dedicados al teatro. No como lo hacen con el deporte o el narcotráfico, sería mucho pedir. Pero responsabilizarse por provocar, llamar de alguna manera el público de a pie.
¿Cómo se ha modificado la escritura dramática a partir del cruce de disciplinas artísticas? ¿El teatro sigue contando historias?
R: el teatro siempre ha sido teatro. Siempre ha conjurado disciplinas. El asunto es que algunos en la actualidad quieran confundirnos inventando y catalogando periodos. Rotulando “técnicas o estéticas”. El mejor teatro del mundo es aquel que se hace con la verdad y te atrae, te perturba, te sorprende y te dialoga, bien sea desde lo sensorial, lo emotivo o lo racional. Quien modifica en este sentido mi escritura, es ese actor imaginario que tengo en la cabeza cada vez que tecleo mi ordenador.
¿Se puede hablar de un teatro de riesgo o se trata del riesgo de hacer teatro?
R: En Colombia por los años 50 o 60, si hacías teatro te mataban, en los 80 te perseguían. Hoy por hoy no es para tanto. El riesgo más grande en la actualidad es que no llenes la sala y no la puedas pagar, y no puedas pagarle a los actores y tengas que sacar el dinero de tu colchón… ese sí que es un riesgo terrible. Ahora bien, existen muchas perspectivas de lo que significa arriesgar. Todos arriesgan según las pelotas, la fortuna o la quiebra que tengan, y no me refiero a lo tangible material, me refiero a la capacidad de decir, enfermar, salpicar con el teatro propiamente dicho. Para mí todo es un riesgo.
Existen creadores escénicos que aseguran que el proceso de escritura no se completa hasta que se ha llevado a cabo la puesta en escena, ¿es cierto? ¿Por qué?
R: Cierto. No conozco a los que usted se refiere, pero por mi parte me uno a esta idea férreamente. Yo no escribo para publicar y guardar en una estantería. Escribo por el puro gusto de hacer teatro, de ver problemas en la práctica. Mis textos sin puesta en escena son una simple literatura y de las peores. En la puesta es donde realmente se escribe la obra, vaya uno a saber quien la termina.
¿Para ti, que significa hoy “la palabra” en el teatro? ¿Cuál es su función? ¿Qué modalidades hay, que ya no son las arquetípicas?
R: la palabra en el teatro debe construir experiencias –tejidas con diversos materiales- que no se puedan describir con palabras. Después, con el tiempo, capaz que se puedan llegar a describir dichas experiencias. Entonces, dichas experiencias, se convertirán en relato. Es un ir y volver desde y hasta la palabra.
¿Qué le hace falta al teatro de Colombia?
R: cojones, miedo, vacío, propósito.
¿Cómo está o como ves el panorama teatral de Latinoamérica?
R: creo que intentamos fallidamente replicar los experimentos europeos. Solo unos pocos hombres y mujeres han querido resignificar y apropiarse del teatro. Un teatro que da cuenta de la realidad propia y por eso se convierte en referente de la cultura.
¿Qué dramaturgos o autores de tu generación representan el teatro o la dramaturgia Colombiana?
R: Bastantes, tendría que hacer una lista enorme. Menciono unos pocos en representación de los “muchos” a mi total gusto, claro está: Andrés Gaitán, Andrés (Andreshito) Rodríguez, Felipe Botero, Verónica Ochoa, Jorge Hugo Marín (Por Bogotá). Cesar Castaño. (Por Pereira). Sergio Sarmiento (por Barranquilla)
¿Qué dramaturgos o autores te influenciaron o influencian en tu manera de escribir teatro?
R: Todos los que he leído, que son pocos. Pero tengo que reconocer que en Sanchis Sinisterra, Becket, Mamet, Chevoj, Jarry y Santiago García encuentro encanto especial, el rigor de la palabra es de una musicalidad magnética, de la levedad a la pesadez en un instante. Dramas complejos. Dramas propios. Pinturas. Pero realmente mis influencias más poderosas son las literarias: Borges, Cortázar, Dostoievski, Baudelaire, Bukowski. Son mi A.D.N o por lo menos pretendo que así sea
¿Conoces dramaturgos o tienes referencias del teatro o de la dramaturgia latinoamericana?
R: todas, sobretodo en la argentina donde viví y me formé. Mencionaré quienes fueron mis maestros, quienes sin duda representan de manera impoluta la movida teatral argentina –no porteña exclusivamente- Tantanian, Marull, Gonzalez, Davila, Karun, entre otros. Me interesa mucho mencionar también el teatro Malayerba del Ecuador, comandado por Vargas. El teatro Matacandelas, Umbral y Petra de Colombia, comandados por Peláez, Carolina Vivas y Rubiano, respectivamente. El teatro de los Andes de Bolivia comandado por Brie. La dramaturgia de Sergio blanco de Uruguay.
¿Qué ventajas tiene actualmente la tecnología para el arte dramático en:
a. Difusión,
b. Contacto,
c. Intercambio Cultural Instantáneo,
d. Otros?
R: creo que las tiene todas. Es un puente medible según los avances tecnológicos. Lo imposible es comparar el avance de la tecnología con el del teatro. Lo tecnológico avanza en la medida de logros, el teatro en la medida de fracasos.
¿Cuál es tu visión y opinión sobre el proyecto de la muestra DNI+D?
R: siempre he pensado que un espacio que haga, reflexione, y comparta el teatro, es un espacio de una generosidad insospechada. Y este espacio no es la excepción. El mundo necesita generosidad, dar al otro sin miramientos. “No intentarlo sino hacerlo”, como el teatro mismo. Y por qué? Porque el teatro lo es por naturaleza. Es un momento en el que un grupo de personas tiene la oportunidad de defender férreamente sus ideas sin irse a los golpes, sin matarse. Es un momento donde el otro es escuchado y tenido en cuanta. Es un homenaje a la hermosa existencia del otro. DNI+ D, no es menos que esto.